lunes, 17 de enero de 2011

La solución final

Cuando me desperté, el reloj marcaba las ocho en punto. Me vestí y salí corriendo a lo de Rulo para desayunar. Enfilé por Sucre hacia Astilleros, y escuché un raro sonido que parecía provenir de la calle Pampa. Vi mucha gente. Algo así como una gran manifestación de adolescentes caminando hacia un espectáculo de rock. A medida que me acercaba, la imagen se hacía más kafkiana. Eran filas de niños que caminaban en silencio. En realidad, tuve la impresión de que el silencio era total. No había casi adultos –o por lo menos no había gente de estatura normal. Esa inmensa caravana en silencio estaba integrada por niños que no superaban los 80 cm de altura. Imposible evaluar la edad, y cuando creí divisar algún adulto no sobrepasaba nunca el metro de altura. El caminar de los chicos producía un extraño sonido musical. Digo –el arrastrar unísono de los pies de los niños sobre la calle–: producía una melodía. Una extraña melodía. Lo que más me llamaba la atención era la extraordinaria disciplina de los niños. Marchaban en fila de tres. Un metro de distancia entre las filas. La larga caravana era extensísima. De dónde vendrán, me preguntaba. Cuando comencé a mirar a los niños, creí que estaba alucinando. Todos tenían un color cetrino y una remera con un número y una letra que los identificaba.

La cara de uno de ellos no tenía ojos –venía tomado de la mano de otros dos niños que lo acompañaban. Los globos oculares, o lo que quedaba de los globos oculares, estaban llenos de gusanos que salían de sus órbitas. Observé con detenimiento y horror que uno de los niños que lo sostenía de la mano tomaba de sus órbitas alguno de los gusanos y lo engullía. Comía los gusanos que salían de los ojos del niño ciego. Tuve una arcada y después un vómito. El ruido de mi vómito parecía desentonar dentro de ese inmenso silencio. Me repuse y seguí observando, ahora de más lejos, mientras atravesábamos Figueroa Alcorta hacia la Costanera. Había una fila de niños con inmensas cabezas hidrocefálicas. Sobre la piel de sus caras brotaban lombrices que los niños trataban de tragar cuando se acercaban a sus bocas. No reconocía a nadie. Quise gritar pero no podía. Tenía una mezcla de asco, repugnancia y pánico pero, para hablar francamente, no me producían piedad. Y eso me mortificaba. De algunos brazos y piernas de los niños salían pústulas que arrastraban sangre y pus. El espectáculo era dantesco. Comprendí que la ausencia de queja de esta inmensa muchedumbre infantil parecía producir mi falta de piedad. Al cruzar por Figueroa Alcorta, comenzaron a sonar bocinazos porque la larga marcha de los niños alteraba el tránsito. Empecé a sentir odio hacia ellos pero no podía dejar de acompañarlos. Quería saber adónde iban. Cuál era el destino de la gran marcha. Uno de los niños salió de la fila y comenzó a comer excremento de perros –tan abundante en esa zona. Lo que más me asombraba era el espíritu comunitario que reinaba entre ellos. El que tenía los excrementos los repartía equitativamente dentro del grupo. Todos comían al unísono. Había hambre. Recordé haber leído que la Fundación Argentina contra la Anemia decía que el 50% de los niños en la provincia de Buenos Aires es anémico. Pensé si los excrementos de perro tendrían tal vez hierro suficiente para balancear la dieta. La naturaleza es sabia. Problema de sobrevivencia.

¿Pero todos estos niños habían existido siempre? ¿Desde cuándo esto es así? ¿Lo sabíamos? Eran preguntas tontas. Esta situación es límite. Horrorosamente límite. ¿Pero cómo habíamos llegado a esto? Poco a poco pensé; porque cuando el horror se construye día a día, se vuelve obvio y cotidiano. Los niños deformes se vuelven cotidianos. Caminé unas ocho cuadras sin mirarlos. Al llegar a la Costanera, observé que existía un grupo de gente que los organizaba. Eran todos de estatura normal. Me extrañó nuevamente la docilidad de los niños para reagruparse. Sobre la Costanera había cuatro grandes letreros que parecían orientar el destino último de los niños; cada letrero tendría una longitud de cinco metros por cuatro de ancho. Cada letrero ordenaba de acuerdo a la patología. Las remeras de los niños también los identificaban en sus respectivos grupos.

Anémicos, hidrosefálicos, chagásicos, raquíticos y VIH, decían los grandes carteles. Cada grupo de niños se reagrupaba en su fila correspondiente. Parecían contentos de haber llegado al destino. Estaban extenuados. Unas largas mangueras de las que salían chorros de agua tibia intentaban limpiarlos de todas las secreciones, excrementos y pústulas. Observé que, después de bañarlos, un sector de damas los alimentaba con un abundante plato de lentejas. A los anémicos les ofrecían una doble ración. Luego de la comida, los niños se volvían a agrupar y prolijamente y en silencio se arrojaban ordenadamente a las aguas del río. Ningún niño se negaba a hacerlo. Todos parecían comprender el destino final. Me atrevería a decir que de alguno de ellos vi asomar una beatífica sonrisa. Me quedé toda la mañana. Había visto arrojarse 5 mil niños con absoluta disciplina. Lo que me asombraba era la obviedad. Algún grito destemplado: “¡Piqueteros hijos de puta!

¡Tírense todos, no jodan más!”, no parecía tener eco en la multitud. Cada tanto aplaudíamos alguna pirueta que algún niño realizaba al arrojarse al agua. A eso de las once se interrumpió la ceremonia para cantar el Himno. Fue emocionante. Los niños también cantaban sin dejar de arrojarse al agua. Después, no pude entender más. Porque me pareció que mis oídos comenzaban a zumbar y tuve miedo de desmayarme. Mientras caminaba de vuelta por Sucre, comencé a sollozar. La vida continúa. Todo sigue su curso, decía uno de los personajes de Esperando a Godot. Y yo comencé a olvidar. Había que seguir viviendo. Antes de llegar a casa, pensé en dos palabras: complicidad civil. Pero no entendía el sentido ni su relación con la extraña jornada. Cosas de la vida, pensé y abrí la puerta de mi bella mansión.

-Eduardo Pavlovsky-
Fuente: http://bit.ly/dMrZ8R

jueves, 22 de julio de 2010

Preferir farsante antes que amor

Pero ahora estoy feliz. Feliz, murmuré y traté de concentrarme en esa palabra. Pero es una de las palabras que, como Amor, nunca pude entender del todo. Casi todas las personas que trabajan con palabras tienen poca fe en ellas y yo no soy ninguna excepción, en especial con las importantes como Feliz y Amor y Honesto y Fuerte. Son demasiado elusivas y demasiado relativas cuando se las compara con otras más triviales como Punk y Vulgar y Farsante. Yo me siento cómodo con estas últimas, precisamente porque son endebles y fáciles de entender, pero las grandes son difíciles y hace falta ser sacerdote o tonto para emplearlas con alguna dosis de confianza.

"Días de Ron", Hunter S. Thompson

jueves, 1 de julio de 2010

Futbol y política: el espejo perfecto

En los primeros años de Alfonsín, con militares presos, mucha ilusión y proyectos que después resultarían utópicos, era la clase media futbolera la que se imponía. Ferro, Estudiantes y Argentinos Juniors, y después Central y Newell’s. Ellos se llevaban los campeonatos, para horror de El Gráfico que, pobres, ya no sabían con qué tapa ir. Es notable cómo el paisaje político influye en el estilo de los equipos dominantes. El Huracán de Menotti, un fútbol de izquierdas –si tal cosa fuese posible– irrumpió, claro, en 1973. Y el polémico pero exitoso Boca de Juan Carlos Lorenzo, un equipo que jugaba al límite de lo permitido y algo más, explotó en 1976, cuando aquí todo era plomo y sangre. En los años 90 fue la fiesta de los más ricos: River y Boca regresaron para ganarlo todo. Ramón Díaz, otro riojano en éxtasis, motivaba a sus jugadores con camionetas cuatro por cuatro y apostaba otra, más cara, con el sonriente Mauricio Macri. Todo cambió en 2001, el fin del mundo. Y fue el turno de Racing, el rey de las crisis, hecho bolsa y empresa, coronado en la semana trágica de los cinco presidentes.

-Hugo Asch-

miércoles, 2 de junio de 2010

La economía es puro cuento

En una entrevista, Mario Bunge explicó de una forma poco convencional, el actual mecanismo de las finanzas. Ahí les va:

"¿Sabes cómo se manejan la finanzas internacionales en este momento? Hay un cuento que lo ilustra. En un pueblo turístico de Europa, llega de pronto un alemán muy rico al único hotel del lugar, deja en el mostrador un billete de cien euros y le dice al dueño: "Me gusta mucho el lugar y quiero estudiar la posibilidad de pasar una semana acá. ¿Me permite mirar las habitaciones?" "Sí, suba, las habitaciones están todas abiertas", le responde el dueño del hotel, que sale corriendo y le lleva el billete de cien euros al carnicero para saldar una deuda. El carnicero sale corriendo con el billete para pagarle al proveedor de alimentos para sus cerdos. A su vez, el proveedor de alimentos para cerdos va corriendo con ese billete y le paga a la prostituta una deuda por sus servicios. La prostituta toma el mismo billete de cien euros y lo deja en el mostrador del hotel para pagar la deuda que tiene por haber alquilado las habitaciones. Entonces, al cabo de un rato, baja el turista alemán y le dice al dueño del hotel que no le gusta ninguna de sus habitaciones, toma el billete y se va. Han transcurrido nada más que cinco minutos, nadie hizo nada, nadie produjo nada, pero todo el mundo está feliz porque todas las deudas han sido saldadas. En esto consisten las grandes finanzas. Detrás de estas grandes manipulaciones no hay nada. Hay gente que se arruina, pero nadie se beneficia. Es monstruoso."

sábado, 1 de mayo de 2010

Ideología paralizante

“De a poco se irán dando cuenta que han caído en una trampa. El diversionismo ideológico se servirá en el desayuno, tenderá sus dulces emboscadas, ofertará sus halagos en la feria. Las diferencias comenzarán a llamarse actividades contra la dirección, el paso siguiente consistirá en llamarlas actividades contra el partido. La desesperación cerrará su círculo; hija de la impotencia engendrará la intolerancia, la persecución. Caminarán su calle sin salida, repetirán los mismos pasos, las palabras heladas, las sentencias. Encontrarán al enemigo en el espejo. Quemarán su bruja a medianoche y no podrán dormir”.

"Los Compañeros", Rolo Diez

viernes, 16 de abril de 2010

Belleza predominante

"Es viernes, el tercer viernes del mes, pero no importa, ni fijo la atención en ello.
Sólo que necesariamente me perturbo porque no encuentro a quien debía esperarme, corta mi trayecto y me atrapa un insistidor, huyo de otro notorio adhesivo, tropiezo con gente cubierta de púas, trepo a un ómnibus que me aleje y es una mortífera caldera o cámara de gas, busco al aire de la plaza y luego fresca de la fuente, pero ahí, desde un banco, me asedian los despojos lamentables de una mujer.
Me enderezo, busco la belleza. Hay, está, circula. Casi abunda. Los cuerpos esbeltos, las cabezas en alto de la juventud, un rostro, unos ojos, los colores que descienden del aire a las personas, una frente adulta, una fina mano en vuelo… surgen, pasan… se pierden en el torrente de la fealdad humana.
Hay días así".


"Los suicidas", Antonio Di Benedetto

jueves, 8 de abril de 2010

Somos enfermos, perdónennos


(Contexto: Racing estaba a punto de desaparecer, año 99. Por la quiebra y la clausura, la justicia suspendió el partido contra Talleres (Cba). La gente fue igual: 30.000 almas.)

MIREN, DESAPASIONADOS, DEFENSORES DE LA FRIALDAD. ELLOS SON MÁGICOS. MIREN, AUNQUE NO ENTIENDAN Y LO VEAN DESPUÉS DE VEZ EN CUANDO. ELLOS SON CAPACES DE LLORAR POR LA AMENAZA Y REIR DE RODILLAS, PORQUE EN AMBOS CASOS HAY GRANDEZA. ELLOS SON HINCHAS DE RACING.